sábado, 4 de enero de 2014

El norte


                                                                                   Ilustración del blog El más variado

Si siempre había crecido en un ambiente virgen, rodeado de naturaleza y sin el más mínimo conflicto. ¿Porqué le atraía tanto ese tugurio subterráneo inundado de humo? Ningún rincón de los que presentía allí se parecía a nada de lo que había respirado en su casi medio siglo de vida. Podía descifrar cada olor, cada hedor, cada insignificante resto de los muy pocos aromas que quedaban en aquel sótano. ¿Qué hacía allí? ¿Cómo podía resistir el evidente riesgo que amenazaba su vida? Quizás nada de todo aquello existía en su interior. ¿Cuál es la diferencia entre lo que percibimos y todo lo demás? ¿Entre lo que nos ocupa y lo que nos preocupa? ¿Dónde está la frontera? Es estúpidamente obvio que cada uno la marca, pero ¿cuáles de nuestras experiencias construyen esa frontera y cuáles no? En ese momento, lo único que venía a su mente era una mañana en la ópera. Una visita escolar de las que se jactaban en ofrecer para niños especiales. Dudaba que lo fuese hasta entonces. Pero vaya si lo fue desde ese instante que giró rabiosamente el rumbo de una vida llena de oscuridad. A partir de ese día disfrutaría de un norte copado por una luz que sólo podía guiarle, porque ya no podía cegarle. Sus oidos serían sus ojos, su olfato, su tacto, y algún día su gusto. Y ese día había llegado, en aquel lugar abandonado, amenazante para otros, en medio de una guerra tan devastadora como anunciada. ¿Qué es la esperanza? Algo que la humanidad había perdido al mismo ritmo al que crecía la suya, guiándole hasta allí. Hasta el insospechado lugar dónde volvió a escuchar la voz de quien nunca podría ver. Como si pudiese importarle. Cuando lo encuentras, cuando encuentras lo que has estado buscando toda tu vida, entonces la frontera ya no existe.

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