El hombre de acero (2013), Zack Snyder
¿Es un blockbuster? ¿Es un fenómeno? No, es Superman. Un superhéroe clásico, el superhéroe, revisado a base de todo aquello en lo que se ha convertido el mundo global más allá del siglo 20: acción, desenfreno, espectáculo de masas, esteroides y pelotazos en taquilla. En dos semanas ya ha duplicado su desmesurado coste, así que entiendo que las críticas se las meterán entre capa y "espalda".
No soy en absoluto el típico machacón de este tipo de ruidosas superproducciones. Sin ir más lejos, me he tragado muy a gusto la trilogía de Batman a cargo de Christopher Nolan, aquí productor. Es más, siempre defenderé que en el cine, como en cualquier arte, nunca puedes ser rotundo acerca de qué estilo te gusta. Si algo es bueno para tí, pues es bueno y punto. Es muy simple. Sin embargo, he repetido asiduamente que lo cortés no quita lo valiente. Traducido: cuando tienes tantísimos medios, ¿no podrías mimar un poco más el guión?
He leido que Superman returns (2006) se estrelló por su falta de más escenas de acción. Ha quedado corregido. Pocos son los rincones del planeta tierra y parte del universo contra los que no se estrella nada en esta última y renovada visión del héroe nº1 de los comics.
Ese renovado planteamiento es uno de sus mayores logros. Las comparaciones con el otro Christopher (Reeve) son absolutamente inevitables. Y es de reconocer que la nueva sale airosa en varios terrenos, empezando por el protagonista. Más que digno Henry Cavill, aunque algo irregular. Por momentos lo compras de cabo a capa, mientras que un segundo después te reconoces raro habiéndolo aceptado. Así, toda la peli. Y con Lois y Amy Adams, ocurre tres cuartos de lo mismo. Quizás el que salga mejor parado sea un imponente general Zod, a cargo de un actor en alza, como Michael Shannon.
Pero, sinceramente, ni me apetece ni me motiva empezar a comparar ambos films en todos los aspectos posibles. Lo que sí quiero subrayar es el que para mí deviene el elemento clave que puede convertir una peli vistosa en un film de referencia, y que en este caso se ha evaporado: la gestón de los tiempos. A rebufo de todos las megaproducciones tipo Los Vengadores (2012), la recién estrenada versión del superhombre no da el más mínimo respiro para que cale en el espectador el nutrido cocktail sembrado durante su arranque y desarrollo: información constante, personajes por los que se pasa de puntillas, escenas a toda leche sin incluso estar justificadas, saltos narrativos, sentimientos de unos y de otros, etc etc etc. Y cuando uno consigue acostumbrarse a ese ambicioso código, todo explota por los aires: literalmente. La segunda parte de la peli es tan atropellada que lo conseguido en una primera mitad, a base de la redefinición de Krypton, del planteamiento de la peli y de la introducción de los personajes, se ve superado por un no parar de adrenalina que en ningún momento permite que nos apropiemos de nada.
Es harto evidente que en el equilibrio está la virtud. Estoy convencido de que ese público jóven que en su mayoría pagará las entradas a nivel mundial no se hubiese ofendido ante un guión más rico en algo tan estimulante y sobrecogedor como los silencios. Como, por ejemplo, los que subrayaban las dudas que atormentaban al joven Clark Kent tras la muerte de su padre en la versión de Richard Donner de 1978. Un vasto prado en pleno atardecer en el que madre e hijo se despiden con una mirada. Dicho de otro modo. Si queremos que la emoción nos invada la primera ocasión en que Superman echa a volar sembrémosla y llenemos ese momento de expectativa. A eso me refiero con la gestión de los tiempos. Pero en lugar de eso, al ritmo que marca este siglo, todos a la carrera porque el tiempo ... vuela.
PARA: hacer interesantes comparaciones con el incomparable
ABSTENERSE: obvios alérgicos a los superhéroes veraniegos
La vida es un guión que unos leen y otros interpretan, pero que sólo tú escribes. Está en tu mano.
miércoles, 26 de junio de 2013
El hombre de acero
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miércoles, 19 de junio de 2013
Trance
Trance (2013), Danny Boyle
Es indudable que el cine atraviesa un momento delicado. El fin de semana pasado fue el de menor afluencia de público en España desde que se recogen cifras de recaudación. Se me ocurren muchos posibles factores, pero hay uno (marginal si queréis) que es oportuno resaltar en este comentario: la creciente dificultad para vernos sorprendidos. Esa triste sensación de que todo está ya inventado, aunque sea afortunadamente falsa, no estimula nuestra curiosidad. El cine es mi pasión, por lo que no es mi caso, pero sí observo esta barrera en el punto de mira de artistas como Danny Boyle. Su cine no puede ser más rico en propuestas, enfoques, estilos y temas. Visto así, esa calculada falta de sello propio merece un reconocimiento en una industria que a buen seguro le habría financiado Slumdog Millionaire 2. Evidentemente, que esta osadía dé siempre sus frutos ya es harina de otro costal.
Siguiendo el hilo de la valentía de su director, su planteamiento al abordar esta peli persigue jugar con las mentes: las de los personajes y, como no, las de los espectadores. Vaya si lo consigue.
En el caso de los primeros, a base de una historia ceñida, casi exclusivamente, al triángulo del cartel, sólo acompañado testimonialmente por otros 3 personajes que no llegan ni a secundarios. Lo que en el brillante prólogo se nos promete como un trepidante thriller de robos al uso, empieza a dar giros que, más que cautivarnos, nos marean a medida que avanza la historia. Podríamos pasar horas discutiendo sobre la solidez o la fragilidad de un guión arriesgado. Sin embargo, existe una red que debe sostenerlo todo y que no es otra que la credibilidad que aportan las relaciones e interpretaciones de sus protagonistas: James McAvoy, Vincent Cassel y Rosario Dawson. Sin llegar a estar en absoluto mal, aunque mejores las masculinas, creo que no emana de ellas la química que haga funcionar al conjunto.
En el caso de los espectadores, ese juego al que me refería puede generar reacciones muy encontradas. ¿Nos gusta que jueguen con nosotros? Yo creo que cuando entendemos por qué y con ello aprendemos cosas la respuesta es sí. De lo contrario se nos queda esa cara de circunstancias que variará mucho dependiendo de cada uno de nosotros.
En resumen, la peli no se pierde, que ya es mucho, porque su desenlace deja clara como el agua la resolución de la historia. Pero el camino por el que nos ha hecho avanzar está plagado de recobecos de muy dudoso disfrute. Este puede ser un ejemplo perfecto de una historia que quizás se habría disfrutado mucho mejor en manos de un clásico como Fred Zinemann. Por contra, el afan por sorprender y por mantener el listón (¿alto?) en esta época de tanta sobreexposición audiovisual provocan estilos en los que se suele abusar del montaje, de la música, de los giros y del impacto visual. El resultado es, a menudo, tan complejo como la propia mente humana.
PARA: los que acuden al cine a compartir su cerebro como en un buffet
ABSTENERSE: los que van al cine a desconectar
Es indudable que el cine atraviesa un momento delicado. El fin de semana pasado fue el de menor afluencia de público en España desde que se recogen cifras de recaudación. Se me ocurren muchos posibles factores, pero hay uno (marginal si queréis) que es oportuno resaltar en este comentario: la creciente dificultad para vernos sorprendidos. Esa triste sensación de que todo está ya inventado, aunque sea afortunadamente falsa, no estimula nuestra curiosidad. El cine es mi pasión, por lo que no es mi caso, pero sí observo esta barrera en el punto de mira de artistas como Danny Boyle. Su cine no puede ser más rico en propuestas, enfoques, estilos y temas. Visto así, esa calculada falta de sello propio merece un reconocimiento en una industria que a buen seguro le habría financiado Slumdog Millionaire 2. Evidentemente, que esta osadía dé siempre sus frutos ya es harina de otro costal.
Siguiendo el hilo de la valentía de su director, su planteamiento al abordar esta peli persigue jugar con las mentes: las de los personajes y, como no, las de los espectadores. Vaya si lo consigue.
En el caso de los primeros, a base de una historia ceñida, casi exclusivamente, al triángulo del cartel, sólo acompañado testimonialmente por otros 3 personajes que no llegan ni a secundarios. Lo que en el brillante prólogo se nos promete como un trepidante thriller de robos al uso, empieza a dar giros que, más que cautivarnos, nos marean a medida que avanza la historia. Podríamos pasar horas discutiendo sobre la solidez o la fragilidad de un guión arriesgado. Sin embargo, existe una red que debe sostenerlo todo y que no es otra que la credibilidad que aportan las relaciones e interpretaciones de sus protagonistas: James McAvoy, Vincent Cassel y Rosario Dawson. Sin llegar a estar en absoluto mal, aunque mejores las masculinas, creo que no emana de ellas la química que haga funcionar al conjunto.
En el caso de los espectadores, ese juego al que me refería puede generar reacciones muy encontradas. ¿Nos gusta que jueguen con nosotros? Yo creo que cuando entendemos por qué y con ello aprendemos cosas la respuesta es sí. De lo contrario se nos queda esa cara de circunstancias que variará mucho dependiendo de cada uno de nosotros.
En resumen, la peli no se pierde, que ya es mucho, porque su desenlace deja clara como el agua la resolución de la historia. Pero el camino por el que nos ha hecho avanzar está plagado de recobecos de muy dudoso disfrute. Este puede ser un ejemplo perfecto de una historia que quizás se habría disfrutado mucho mejor en manos de un clásico como Fred Zinemann. Por contra, el afan por sorprender y por mantener el listón (¿alto?) en esta época de tanta sobreexposición audiovisual provocan estilos en los que se suele abusar del montaje, de la música, de los giros y del impacto visual. El resultado es, a menudo, tan complejo como la propia mente humana.
PARA: los que acuden al cine a compartir su cerebro como en un buffet
ABSTENERSE: los que van al cine a desconectar
martes, 11 de junio de 2013
Turistas
Turistas (2012), Ben Wheatley
Yo nunca he sido un fanático de los británicos como pueblo. Sin embargo, tampoco he dejado de reconocerles que en muchísimas cosas, no en todas (como ellos sugerirían), son realmente auténticos. El subgénero de la comedia negra lleva su sello porque lo bordan como nadie. Sin ánimo de ofender a mis queridos irlandeses, les incluyo en el pack de "las islas", porque la última que vi, El irlandés (2011) me gustó más y entraría dentro de esta peculiar categoría, aunque sean muy diferentes.
La presente, raya lo que más de uno definiría como una "ida de olla" pasada de vueltas, sin mayor objetivo que desvariar haciendo uso de un humor negro como el carbón. Sin embargo, la peli ofrece más elementos con vida propia, pero que tampoco juegan a darle el relieve que sí tenía la irlandesa.
Por razones que luego destacaré, aunque tampoco tenga por costumbre hacerlo, no entraré en matices sobre su argumento. Lo que sí vale la pena resaltar es que ha llegado a los cines (muy pocos y exclusivamente en VOSE) gracias al tesón de su pareja protagonista, Steve Oram y Alice Lowe, debido a que son además... los guionistas! La historia nació a partir de las conversaciones sobre experiencias de su propio pasado turístico, con los macabros añadidos para sus roles. Papeles que habían interpretado ya antes, sobre un escenario y en un piloto que las conservadoras TVs rechazaron, obviamente.
El personaje que interpreta él es el que posibilita la historia. Pero es el papel de ella el que la enriquece. Gran interpretación la suya, cargada de muchas de las aristas que definen a un tipo de personas desconectadas del mundo en que vivimos en muchos sentidos. En ella cuadra perfectamente ese aire desconsoladamente naif, a la vez que encaja su inverosímil vuelta de tuerca al ir en busca de una explosión de libertad, que sobrepasa y por la que es sobrepasada.
Sin duda, lo peor de la peli no está contenido en ella misma. Me refiero al trailer. Te arruina casi por completo la peli. Por un lado, se entiende, porque las poderosas imágenes que emanan de su planteamiento son tan efectivas que funcionan, y son necesarias para arrastrar a la gente al cine si, además, se estrena en tan pocas salas. Pero por otro, resultan tan explícitamente reveladoras sobre lo que encontraremos que se cargan una parte mayúscula de la experiencia que supone verla. Y eso quizás sea porque la peli, aunque aparente falsa superficialidad, adolece de otros ingredientes (probablemente en los diálogos) que habrían completado un cocktail aun más explosivo.
PARA: simpatizantes con ese característico e inconfundible humor procedente del norte
ABSTENERSE: los que esperan encontrar un sentido literal para todo aquello que ven en una pantalla
Yo nunca he sido un fanático de los británicos como pueblo. Sin embargo, tampoco he dejado de reconocerles que en muchísimas cosas, no en todas (como ellos sugerirían), son realmente auténticos. El subgénero de la comedia negra lleva su sello porque lo bordan como nadie. Sin ánimo de ofender a mis queridos irlandeses, les incluyo en el pack de "las islas", porque la última que vi, El irlandés (2011) me gustó más y entraría dentro de esta peculiar categoría, aunque sean muy diferentes.
La presente, raya lo que más de uno definiría como una "ida de olla" pasada de vueltas, sin mayor objetivo que desvariar haciendo uso de un humor negro como el carbón. Sin embargo, la peli ofrece más elementos con vida propia, pero que tampoco juegan a darle el relieve que sí tenía la irlandesa.
Por razones que luego destacaré, aunque tampoco tenga por costumbre hacerlo, no entraré en matices sobre su argumento. Lo que sí vale la pena resaltar es que ha llegado a los cines (muy pocos y exclusivamente en VOSE) gracias al tesón de su pareja protagonista, Steve Oram y Alice Lowe, debido a que son además... los guionistas! La historia nació a partir de las conversaciones sobre experiencias de su propio pasado turístico, con los macabros añadidos para sus roles. Papeles que habían interpretado ya antes, sobre un escenario y en un piloto que las conservadoras TVs rechazaron, obviamente.
El personaje que interpreta él es el que posibilita la historia. Pero es el papel de ella el que la enriquece. Gran interpretación la suya, cargada de muchas de las aristas que definen a un tipo de personas desconectadas del mundo en que vivimos en muchos sentidos. En ella cuadra perfectamente ese aire desconsoladamente naif, a la vez que encaja su inverosímil vuelta de tuerca al ir en busca de una explosión de libertad, que sobrepasa y por la que es sobrepasada.
Sin duda, lo peor de la peli no está contenido en ella misma. Me refiero al trailer. Te arruina casi por completo la peli. Por un lado, se entiende, porque las poderosas imágenes que emanan de su planteamiento son tan efectivas que funcionan, y son necesarias para arrastrar a la gente al cine si, además, se estrena en tan pocas salas. Pero por otro, resultan tan explícitamente reveladoras sobre lo que encontraremos que se cargan una parte mayúscula de la experiencia que supone verla. Y eso quizás sea porque la peli, aunque aparente falsa superficialidad, adolece de otros ingredientes (probablemente en los diálogos) que habrían completado un cocktail aun más explosivo.
PARA: simpatizantes con ese característico e inconfundible humor procedente del norte
ABSTENERSE: los que esperan encontrar un sentido literal para todo aquello que ven en una pantalla
15 años y un dia
15 años y un día (2013), Gracia Querejeta
para La finestra digital
Llama la atención la coincidencia en el tema de fondo de las dos últimas ganadoras del festival de Málaga: la rebeldía de los adolescentes. Tema también de actualidad por la reciente estreno de "Fill de Cain". Cuando presenté a 2-3 productoras mi guión de largometraje premiado en Segovia, sobre el mismo tema, la respuesta fue que estos temas dramáticos ahora no tenian cabida en el panorama cinematográfico. Huelgan comentarios rebeldes.
Pero a diferencia de la película del año pasado, Els nens salvatges (2012) de Patricia Ferreira, este drama firmado por Gracia Querejeta se queda lejos de lo que se podría esperar de un film premiado ya bien entrado el siglo XXI.
Con la dificultad que conlleva levantar un largometraje en este país actualmente, y en pleno cierre de salas partes, la película no aporta prácticamente motivos por los que valga firmemente la pena desembolsar el precio de una entrada. Lo primero que sorprende de la propuesta en su conjunto (técnico, artístico y específicamente de guión) es que podríamos estar ante un filme rodado en los años 80.
De entrada, su planteamiento no esconde sorpresas, pues el cine y la televisión nos han ofrecido ya numerosas situaciones comparables (acepto el pulpo que no aceptaba antes). Pero por si esta carencia en el guión no fuera suficiente, la definición y, sobre todo, los diálogos, conceden poco margen de maniobra a unos actores que se convierten en lo más destacable del todo. Maribel Verdú vuelve a trabajar con la directora tras el buen resultado que obtuvo individualmente con "Siete mesas de billar francés", donde ganó el Goya. Tito Valverde aguanta perfectamente el cambio de registro respecto a lo que hemos visto recientemente en él. Paralelamente, también suman los trabajos de secundarias como Belén López y Susi Sánchez.
Después de una primera mitad del todo decepcionante, la película toma un giro que consigue rescatarnos de la tópica y típica estructura inicial. Aunque este giro abre una fase de interrelación más interesante con el espectador, la directora no llega a poder esconder en ningún momento las costuras de un guión lleno de diálogos sobreexplicativos que no dan tregua al conjunto. La mirada de Querejeta no llega a conmover conciencias de ninguno de los públicos que se podría ver afectado por la situación expuesta, que no son pocos. Tocar temas como la cobardía que no nos permite comunicarnos debidamente con nuestros seres queridos, o los prejuicios a los que esto nos lleva, descuidando la labor que se espera de nosotros respecto a nuestros hijos, no es suficiente. El cine (y la vida) ya nos han explicado que ni las lecciones las pueden dar sólo los adultos, ni la desorientación es únicamente atribuible a los adolescentes. Pero si la intención es recordarnos esto, hoy en día disfrutamos en este país de una muy sana y renovada creatividad para escoger nuevas formas de expresarlo audiovisualmente, formas que brillan por su ausencia. Todo lo contrario que el acertado film de Patricia Ferreira.
PARA: fans de actores españoles consolidados
ABSTENERSE: el que tenga ya el cupo lleno de cine español del siglo XX
para La finestra digital
Llama la atención la coincidencia en el tema de fondo de las dos últimas ganadoras del festival de Málaga: la rebeldía de los adolescentes. Tema también de actualidad por la reciente estreno de "Fill de Cain". Cuando presenté a 2-3 productoras mi guión de largometraje premiado en Segovia, sobre el mismo tema, la respuesta fue que estos temas dramáticos ahora no tenian cabida en el panorama cinematográfico. Huelgan comentarios rebeldes.
Pero a diferencia de la película del año pasado, Els nens salvatges (2012) de Patricia Ferreira, este drama firmado por Gracia Querejeta se queda lejos de lo que se podría esperar de un film premiado ya bien entrado el siglo XXI.
Con la dificultad que conlleva levantar un largometraje en este país actualmente, y en pleno cierre de salas partes, la película no aporta prácticamente motivos por los que valga firmemente la pena desembolsar el precio de una entrada. Lo primero que sorprende de la propuesta en su conjunto (técnico, artístico y específicamente de guión) es que podríamos estar ante un filme rodado en los años 80.
De entrada, su planteamiento no esconde sorpresas, pues el cine y la televisión nos han ofrecido ya numerosas situaciones comparables (acepto el pulpo que no aceptaba antes). Pero por si esta carencia en el guión no fuera suficiente, la definición y, sobre todo, los diálogos, conceden poco margen de maniobra a unos actores que se convierten en lo más destacable del todo. Maribel Verdú vuelve a trabajar con la directora tras el buen resultado que obtuvo individualmente con "Siete mesas de billar francés", donde ganó el Goya. Tito Valverde aguanta perfectamente el cambio de registro respecto a lo que hemos visto recientemente en él. Paralelamente, también suman los trabajos de secundarias como Belén López y Susi Sánchez.
Después de una primera mitad del todo decepcionante, la película toma un giro que consigue rescatarnos de la tópica y típica estructura inicial. Aunque este giro abre una fase de interrelación más interesante con el espectador, la directora no llega a poder esconder en ningún momento las costuras de un guión lleno de diálogos sobreexplicativos que no dan tregua al conjunto. La mirada de Querejeta no llega a conmover conciencias de ninguno de los públicos que se podría ver afectado por la situación expuesta, que no son pocos. Tocar temas como la cobardía que no nos permite comunicarnos debidamente con nuestros seres queridos, o los prejuicios a los que esto nos lleva, descuidando la labor que se espera de nosotros respecto a nuestros hijos, no es suficiente. El cine (y la vida) ya nos han explicado que ni las lecciones las pueden dar sólo los adultos, ni la desorientación es únicamente atribuible a los adolescentes. Pero si la intención es recordarnos esto, hoy en día disfrutamos en este país de una muy sana y renovada creatividad para escoger nuevas formas de expresarlo audiovisualmente, formas que brillan por su ausencia. Todo lo contrario que el acertado film de Patricia Ferreira.
PARA: fans de actores españoles consolidados
ABSTENERSE: el que tenga ya el cupo lleno de cine español del siglo XX
miércoles, 5 de junio de 2013
360 Juego de destinos
360 Juego de destinos (2011), Fernando Meirelles
Las peliculas corales, con multiples personajes y sin protagonista, son una especie difícil de encontrar en el mundo del cine. Carecer de una trama principal no facilita exactamente las cosas a la hora de convencer sobre su potencial. Deben hacer falta muchas carambolas para que una salga a flote.
Pues ésta es de las que no sólo flota sino que navega impecablemente. Se ha atrevido este reconocido director, autor de éxitos como Ciudad de Dios (2002) o El jardinero fiel (2005), que adapta una novela ni más ni menos que del año 1900.
El guión, del ya curtido Peter Morgan, hilvana exquisitamente numerosas historias personales que giran siempre alrededor de las más estrechas e intimas relaciones con los nuestros. Muchas caras, algunas archiconocidas, entre ellas una de mis musas: Rachel Weisz. Desde el mismísimo inicio una palabra sienta las bases de lo que nos depara el film: bifurcaciones. Persistentes cruces de caminos y las inevitables decisiones que éstos conllevan son la constante en las situaciones que se nos van presentando, sobre personajes que conocemos progresivamente como si acabásemos de entrar en un autobus. Eso es lo complicado, que la limitada y minuciosa información que recibimos en cada caso sea suficiente para que no saltemos del bus en marcha. Pero es que en algunos casos, como en la historia de la brasileña en el aeropuerto, la tensión que consigue el film es comparable a la de cualquier buen thriller, que habría estado amasado durante bastante más tiempo los antecedentes de esa escena.
Otro gran acierto de Meirelles es el tono de la peli. Aunque hay una evidente carga dramática en todas las historias, en unas más desenfadada q en otras, en ningún caso se pasa de vueltas, con una única excepción cercana al final.
Pero quizás el aspecto que creo que más contribuye a darle al film una personalidad incuestionable es la crueldad y a la vez austeridad con la que se muestran los condicionantes de cada personaje antes de su decisión. Estoy es desacuerdo con la matoría de críticas que he leido sobre este punto, achacándole falta de profundidad y no jugar a nada. En mi opinión, huye de efectismos mostrando todas esas pequeñas decisiones como quiere: enseñándonos que el resto de nuestras propias vidas está inmerso cada día, y en múltiples ocasiones, en todas y cada una de las cosas que hacemos. El futuro se reescribe cada segundo que pasa.
Con todo, esa cruda realidad me hace reconocer que una peli coral difícilmente ocupará un lugar de referencia en nuestra memoria. Pero la memoria almacena pasado y la fuerza de este mensaje está en cómo nos enseña que sólo existe el presente.
PARA: espectadores que aprovechan cada segundo que pasan frente a una pantalla
ABSTENERSE: cualquiera que sólo busque en cada peli referentes del pasado
Las peliculas corales, con multiples personajes y sin protagonista, son una especie difícil de encontrar en el mundo del cine. Carecer de una trama principal no facilita exactamente las cosas a la hora de convencer sobre su potencial. Deben hacer falta muchas carambolas para que una salga a flote.
Pues ésta es de las que no sólo flota sino que navega impecablemente. Se ha atrevido este reconocido director, autor de éxitos como Ciudad de Dios (2002) o El jardinero fiel (2005), que adapta una novela ni más ni menos que del año 1900.
El guión, del ya curtido Peter Morgan, hilvana exquisitamente numerosas historias personales que giran siempre alrededor de las más estrechas e intimas relaciones con los nuestros. Muchas caras, algunas archiconocidas, entre ellas una de mis musas: Rachel Weisz. Desde el mismísimo inicio una palabra sienta las bases de lo que nos depara el film: bifurcaciones. Persistentes cruces de caminos y las inevitables decisiones que éstos conllevan son la constante en las situaciones que se nos van presentando, sobre personajes que conocemos progresivamente como si acabásemos de entrar en un autobus. Eso es lo complicado, que la limitada y minuciosa información que recibimos en cada caso sea suficiente para que no saltemos del bus en marcha. Pero es que en algunos casos, como en la historia de la brasileña en el aeropuerto, la tensión que consigue el film es comparable a la de cualquier buen thriller, que habría estado amasado durante bastante más tiempo los antecedentes de esa escena.
Otro gran acierto de Meirelles es el tono de la peli. Aunque hay una evidente carga dramática en todas las historias, en unas más desenfadada q en otras, en ningún caso se pasa de vueltas, con una única excepción cercana al final.
Pero quizás el aspecto que creo que más contribuye a darle al film una personalidad incuestionable es la crueldad y a la vez austeridad con la que se muestran los condicionantes de cada personaje antes de su decisión. Estoy es desacuerdo con la matoría de críticas que he leido sobre este punto, achacándole falta de profundidad y no jugar a nada. En mi opinión, huye de efectismos mostrando todas esas pequeñas decisiones como quiere: enseñándonos que el resto de nuestras propias vidas está inmerso cada día, y en múltiples ocasiones, en todas y cada una de las cosas que hacemos. El futuro se reescribe cada segundo que pasa.
Con todo, esa cruda realidad me hace reconocer que una peli coral difícilmente ocupará un lugar de referencia en nuestra memoria. Pero la memoria almacena pasado y la fuerza de este mensaje está en cómo nos enseña que sólo existe el presente.
PARA: espectadores que aprovechan cada segundo que pasan frente a una pantalla
ABSTENERSE: cualquiera que sólo busque en cada peli referentes del pasado
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