En la casa (2012), François Ozon
Había ganas de ver la ganadora del último y glamuroso festival de San Sebastian. Y la verdad es que no me ha defraudado en absoluto. Es la típica clase de peli que funciona cuando te sorprende. Pero en lugar de ir al cine como vamos a veces, sin expectativa alguna, acudí con el listón subidito. Ahí empieza el mérito que creo que, indudablemente, tiene de por sí.
Y es que los ingredientes no pueden ser más austeros: Un matrimonio, un alumno de él, y una familia. Una casa, un colegio y otra casa. El director y guionista adapta muy hábilmente para el cine una obra teatral de Juan Mayorga.
Pues con estas enclenques fichas de partida, Ozon nos construye un juego casero al que saca un partido envidiable. El guión es una delícia por como combina tantos elementos: saltos en el
tiempo, voz en off, localizaciones y, especialmente, el solapamiento
entre la historia que nos cuentan y la que hay dentro de la misma.
De entrada, nos atrapa gracias a una de las verdades más propias de la condición humana: somos unos cotillas. Sólo por las ganas de saber más nos subimos al carro de la historia. Pero, a medida que ésta avanza, aunque podamos adelantar por dónde pueden ir los tiros, nos acabamos viendo envueltos en una dimensión desconocida, o al menos imprevista. Algo que, de hecho, nos ocurre en la vida real: ¿cuántas de las cosas en las que pensamos son fruto de los hechos reales o son producto de nuestra imaginación?
Bajo otro enfoque, hablamos de la capacidad del cine para teletransportarnos sin nuestro control y mediante el influjo de la narrativa. Llega un punto de la película en el que uno se pregunta si está entendiendo lo que el autor le está exponiendo o si, por el contrario, está poniendo más cosecha propia de la cuenta. Vale, más de uno dirá que es esto mismo exactamente lo que pretende el arte. Sin embargo, la capacidad para evocar suele ser más rica cuanto mayor sea la abstracción o la inconcreción de la obra. ¿Tiene esta obra una lectura lineal e inequívoca? Sí, pero algo por dentro nos perturba provocándonos preguntas acerca de nuestras interpretaciones.
Por lo demás, los actores están mejor unos qué otros. Llama la atención el espléndido francés de Scott Thomas, las tablas de la veterana Emmanuelle Seigner (wow! 20 años ya de Lunas de hiel) y la buena elección del chaval protagonista (21 años de edad en la vida real), pero si la cinta funciona tan bien en su conjunto es gracias al super trabajo de Fabrice Luchini.
Por resumirla en una frase, diría que es un homenaje a las personas que no pueden evitar sentirse mucho más atraidos por el mundo imaginario que por el que nos ha tocado vivir... aunque por momentos se confundan.
PARA: los que prefieran arriesgarse a encontrar cine inteligente
ABSTENERSE: los que equiparen ese riesgo al del salto de Baumgartner pero sin paracaíadas
Lo dicen en una escena de 'Dans la maison' a mitad de la película: es una comedia estúpida, todo esto es ridículo. La película de François Ozon es ñoña en su ventana 'voyeurística' (¡ay qué diría el maestro Hitchcock!), un escape apenas maloliente, que ni siquiera satisface al que lo despide. ¡Mejor nos vamos todos a China! Un saludo!!!
ResponderEliminarGracias por tu comentario! Pero quizás un poco radical, ¿no? Comparar el cine contemporaneo frances y Hitchcock no me cuadra. Tampoco creo que sea estúpida, cuando se está ante un guión difícil de tejer. Sólo por eso merece un reconocimiento, viendo el cine fácil que llena las pantallas hoy en día. Otro saludo!!
EliminarPara gustos...los colores! Y con el cine pasa igual.
ResponderEliminarNo es la mejor película que he visto, pero si diferente a lo que acostumbro a encontrarme.
A mi...me ha encantado!
Saludos para el blog!