El irlandés (2011), John Michael McDonagh
Algunas veces es francesa, otras americana, alguna española, etc. Pero en muchísimas más ocasiones, las películas que más gratamente sorprenden durante la temporada vienen de las islas británicas. ¡Pero es que en esta ocasión viene de Irlanda!. Pasé un año allí y me puedo imaginar con qué orgullo deben estar sacando pecho con la película más premiada de su historia. Lo que parecía obligado es que sea gracias a un film que traza un esbozo muy particular de su todavía más particular manera de ser. Son únicos.
El trampolín desde el que se lanza esta opera prima de su director es el de un personaje de aquellos que son, en sí mismos, la peli. Da para una serie que seguro haría las delicias de un público demasiado entregado a los productos de género y más propios de la otra costa del atlántico. Nuestro hombre es un rebelde agente de la autoridad que sólo se la gana a base de poseer un torrente (no confundir) de personalidad. Mientras por un lado estamos ante un agudo y audaz agente de la ley, cargado de instinto, por otro sólo vemos a un fanfarron irlandés de vuelta de todo a quien no le importa lo más mínimo cualquier relación por la que no tenga que pagar. Su madre aparte. Si sólo lo analizamos así, es posible que nos vengan a la memoria otros personajes similares de la literatura del cine policíaco o negro, llevados o no a la pantalla, o incluso exclusivos de ella. Sin embargo, os puedo asegurar que combinados en el pellejo de Brendan Gleeson el resultado es uno de los papeles más originales que se han visto en tiempo. Cuando un guionista (en este caso el propio director) y un actor se enfrentan a la creación y recreación de un carácter así supone un gran reto llegar a empatizar con el espectador. Pues aquí ambos lo consiguen en 3 minutos.
Más allá de la inmensa humanidad de este actor que todos recordaremos como escudero de Mel Gibson en Braveheart, encontramos una peli que también sale airosa en el siempre complicadísimo reto de combinar géneros. Pero no de cualquier manera. En este caso la manera más gráfica de definirlo es el verdadero santo y seña de este pueblo: la Guinness. Una cerveza, que vendría a representar la comedia que es, pero de un color negro a más no poder. Hay muerte, decepción, corrupción y demás ingredientes propios del cine del mismo color y del western. Todo bañado con la personalísima música de Calexico y rodeado de otros sorprendentes personajes, como el surrealista niño de la bicicleta.
Sin duda, su secreto es saber combinar todos estos elementos para hacernos pasar una hora y media con la sonrisita pegada en la cara. Hay que saber un rato para hacer algo así.
PARA: públicos inconformistas y buscajoyas
ABSTENERSE: los que acuden al cine con la curiosidad del que va al bar de la esquina
No hay comentarios:
Publicar un comentario