sábado, 21 de enero de 2012

Silencio en la nieve

Estrenos:
Silencio en la nieve (2011), Gerardo Herrero


(Crítica para La finestra digital)
Invierno de 1943. Una vez más, el cine español revisa uno de sus episodios históricos favoritos, pero en esta ocasión situando la acción muy lejos de sus fronteras. La historia es una adaptación de la novela de Ignacio del Valle El tiempo de los emperadores extraños. Sin abandonar el intento de reproducir las tensiones de la época entre los dos bandos de la entonces reciente guerra civil, la trama nos quiere sumergir en un thriller de misteriosos asesinatos.

Abordar un proyecto situado en una época y lugares como los mencionados es un reto notable. Estamos ante una encomiable producción que tuvo que superar condiciones muy adversas durante un rodaje de 7 semanas en Lituania. Con estos condicionantes merece destacar su resultado en apartados como la dirección artística o la fotografía. Además, Gerardo Herrero, su director, ha hecho énfasis en la laboriosa tarea de documentación llevada a cabo, que ha querido plasmar en muchas situaciones que reflejan con credibilidad la difícil vida en el frente en tan complicadas circunstancias.
Pero tan crudo como el frío es el hecho de que éstos nunca terminan siendo aspectos que faciliten por sí solos una buena taquilla. Cuando hablamos de cine, y en este caso aún más tratándose de un thriller, lo que queremos es que nos atrapen. Y aquí es donde la película no sale airosa.

En el esfuerzo que hay detrás, intentando recrear de manera fiel muchos aspectos de la relación entre las diferentes facciones del ejercito (y de rebote de la sociedad), se ha mimado poco el guión, lo que ha restado intensidad a la hora de afianzar con fuerza el pulso de la acción. Y no es una acción cualquiera. Hablamos de resolver unos asesinatos que apuntan a alguien del propio bando y que deberían generar una indudable inquietud y tensión entre el grupo, ya de por sí desgastado por el conflicto bélico. Y cuando hablamos de personas sometidas a situaciones tan extremas lo que queremos ver es precisamente como sufren y cómo afrontan el reto de superarlo. Pero en lugar de ello, asistimos a una investigación sin la intensidad y el ritmo deseados, dirigida por el personaje de Juan Diego Botto y ayudado por el de Carmelo Gómez. En ningún momento olemos el peligro. El aliento del asesino simplemente está ausente, y en ningún momento se juega con las repercusiones de los mismos asesinatos en el grupo. Como suele ocurrir en estos casos, el final que nos encontramos es del todo descafeinado.

Es una lástima que producciones como ésta patinen en aspectos como el guión. Por un lado, los personajes y sus motivaciones no están suficientemente bien dibujados, ni interpretados, ni tienen la profundidad necesaria para ir implicando al espectador a medida que avanza la historia. Por otra parte, precisamente en referencia a su ritmo, la narración no está suficientemente bien trenzada. Azcona decía que cada escena debe contener la semilla de la siguiente, pero en esta ocasión quizás no se han dado las condiciones para plantarlas. En conjunto, parece como si la ambientación de la película hubiera afectado a la temperatura de su producto final.

PARA: Fervientes seguidores de la posguerra española
ABSTENERSE: los que esperen ver un thriller trepidante

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