La última ganadora del Oscar a película de habla no inglesa aborda un tema desgraciadamente de actualidad imperecedera: la violencia que llevamos dentro.
Aunque recientes y desgraciados hechos en Noruega lo pongan en duda, la sociedad escandinava es uno de los paradigmas de sociedad avanzada, modelo del estado del bienestar. Por eso es interesante que este ejercicio parta también desde su interior. A eso debemos añadir el contraste que la directora plantea al contraponer tal marco con el de otra sociedad en sus antípodas no geográficas: África.
El resultado es un film sobrio que combina unos pocos elementos familiares para sembrar el consabido debate de si la violencia na ce o se hace.
Es acertada la figura de un médico comprometido como nexo de unión entre ambos mundos. La cadencia podrá gustar o disgustar, pero encaja muy bien con el tono y el efecto reflexivo que desea provocar.
Sin embargo, es una lástima que su desarrollo se muestre tan previsiblemente desde demasiado pronto. Los personajes están bien dibujados y, a su vez, las dos familias bien cruzadas. Pero a medida que avanza la pelicula no se ha sabido sacar más jugo a dicho planteamiento.
Bien rodada e interpretada, pero desaprovechada.
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